El asombro siempre llega cuando menos se le espera. Para Marta, los días eran una serie de repeticiones casi mecánicas: despertarse, trabajar, regresar a casa y dormir. Nada parecía romper el ciclo. Hasta aquella mañana de otoño.
Salió de su casa como de costumbre, el cielo gris le daba la bienvenida a un día que parecía ser uno más. Mientras caminaba hacia la estación de tren, algo llamó su atención: una hoja caída que flotaba lentamente en el aire. Se detuvo, sorprendida por la forma en que esa hoja se resistía a tocar el suelo, atrapada en una corriente de viento invisible. Parecía un pequeño milagro suspendido en el tiempo.