25.6.25

Queso de Schrödinger

Ratoner olfatea el aire. Allí está: el legendario Queso de Schrödinger, brillando dentro de su caja de acero y cristal. Sabe —porque la Física lo dicta— que el queso está fresco y podrido simultáneamente —existente e inexistente— hasta que alguien abra la caja. 

Sus patitas tiemblan al posarse sobre la tapa. En la Galaxia de los Ratones, los ancianos cuentan historias de roedores desaparecidos al observar el queso, sus átomos se dispersan en infinitas realidades. Pero el hambre es más fuerte que el miedo. 

Imagen: Grok

Al levantar la tapa, el universo se desdobla: 

En una realidad, encuentra un queso dorado, perfumado, tan grande como sus sueños. Lo muerde y su sabor es tan intenso que comienza a recordar vidas que nunca ha vivido. 

En otra, sus bigotes solo tocan polvo cuántico, partículas que se ríen en frecuencias imposibles antes de evaporarse. El vacío le quema el espíritu. 

Y en una tercera, no hay caja, ni queso, ni ratón. Solo la conciencia flotando en la nada, preguntándose si alguna vez ha existido. 

El Gato Observador, desde su dimensión, ronronea satisfecho. Cada mordisco crea nuevos universos, cada decisión multiplica los futuros imposibles. El experimento es perfecto. 

Cuando la caja se cierra (o tal vez nunca se abre), solo queda una pregunta flotando en el Bosque Imaginado: 

—¿Cuántos ratones hacen falta para devorar un queso que existe y no existe al mismo tiempo?
—Todos y ninguno. Como debe ser.

IA: DeepSeek

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