19.11.25

Jardinero de rutinas

Ratoner se despierta siempre a las 6:47 am, justo cuando el sueño profundo y la vigilia se superponen como realidades cuánticas. Su primera tarea como jardinero de rutinas es regar los rituales. Con una regadera de tiempo dilatado, vierte minutos sobre: 

— La taza de café que se sirve y no se sirve simultáneamente.

— La silla de oficina que florece con enredaderas de memorandos.   

— Los zapatos que germinan caminos alternos al trabajo.

Imagen: Grok

Cada rutina es una planta de existencia frágil. Si las riega demasiado, se pudren en monotonía. Si las descuida, se secan en el olvido. Poda los horarios con tijeras de incertidumbre, dejando que crezcan brotes de casualidad entre los setos de lo predecible. 

A las 9:15 am, trasplanta los recuerdos de Javy a macetas de presente literario. Algunos —como el primer día de trabajo— tienen raíces profundas y hojas amargas. Otros —como el aroma del Bosque después de la lluvia— son bonsáis delicados que necesitan luz de nostalgia filtrada.

El Gato merodea por el jardín, pisando suavemente entre los relojes en flor. A veces muerde un capullo de costumbre, liberando su perfume de posibilidades. Otras veces, se enreda en la hiedra de los días repetidos y ronronea hasta que los patrones se reorganizan. 

Al atardecer, Ratoner siembra semillas de futuros improbables

— Una donde Javy dice no a la llamada número 47.

— Otra donde el queso de Schrödinger existe sin necesidad de caja. 

— Una más donde los bigotes detectan la música del espacio entre las palabras.

Cuando la noche cuántica cae, el jardín se transforma. Las rutinas se vuelven líquidas, los rituales se mezclan como colores en una paleta cósmica. Se recuesta bajo el árbol de las decisiones no tomadas, cuyos frutos brillan con el dulce sabor de los caminos no recorridos.

Mañana, el jardín será otro. Y también el mismo. Como debe ser.

Texto: Deep

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