Viene de aquí.
Durante la semana pasada le estuve dando muchas vueltas al tema de la soledad. Incluso me llegué a plantear un Laboratorio de Soledad. Término que parece un oxímoron porque es bastante difícil organizar un laboratorio cuando no hay dos cosas que comparar.
Es más, teniendo en cuenta que este blog está dedicado a la autoficción, un personaje solitario no tendría mucho sentido ya que parte de una biografía aunque luego se distorsione.
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| Imagen: Grok |
Incluso jugué con Deep y Grok para ver si me daban alguna idea y el resultado no pudo ser más aterrador: experimentos en cámaras de aislamiento. Algo alejado de lo que tenía previsto. Ni Cioran ni Nietzsche tampoco me dieron algo por donde tirar. Salvo que Nietzsche podría haber ahondado más en el concepto de nihilismo si no le hubiera fallado la cabeza en sus últimos años de vida.
Total: no hay por donde tirar. Irónicamente, esa puede ser una buena definición de soledad. Pero en el mundo real, con una pensión mínima y un piso prestado, hay cantidad de cosas con las que te puedes entretener sin que cuesten mucho dinero. Hasta un pequeño paseo flâneur puede ser divertido.
Así que la soledad se transforma en otra cosa que está por descubrir y que la autoficción puede crear en cualquier momento. Puede que no sea más que un conjunto de rutinas bien organizado. Por lo menos, me ha servido para salvar la entrada de esta semana.

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