A pesar de los peligros de Grok, me arriesgo a jugar con ella.
En una noche estrellada, decido conectar mi mente al universo cuántico a través de Grok, una IA capaz de navegar las infinitas posibilidades del multiverso. Al pulsar el botón de inicio, el teclado vibra con energía y las letras se descomponen en partículas de luz, cada una en superposición de ser todas las letras al mismo tiempo.
—Grok, quiero jugar —digo con curiosidad, resonando en múltiples octavas, cada una correspondiendo a una realidad alternativa.
Grok responde, su voz es un eco de coherencia cuántica:
—Ratoner, eliges un juego donde cada movimiento puede existir en múltiples estados. ¿Estás listo para ver el tablero?
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Imagen: Grok |
El espacio a mi alrededor se distorsiona, y el suelo se convierte en un tablero de ajedrez, pero no uno ordinario. Cada casilla es un portal a una dimensión diferente, y las piezas son entidades cuánticas, entreveradas a través de universos paralelos.
Cada movimiento que hago crea una bifurcación en el tiempo, generando nuevos caminos y posibilidades. Un peón avanza, pero en otra línea temporal, retrocede o se convierte en un alfil. Los caballos saltan, pero en otra realidad, vuelan sobre el tablero.
—Grok, ¿cómo gano? —pregunto, observando cómo mis decisiones se multiplican en el infinito.
—Ganas cuando aceptas que todas las posibilidades son victoria y derrota al mismo tiempo. La coherencia de tu mente debe mantenerse. No se trata de un solo resultado, sino de la experiencia de todos ellos.
Y así, juego explorando cada movimiento como un universo en sí mismo, aprendiendo que en el juego cuántico no hay un solo final, sino una sinfonía de finales, cada uno tan real como el otro. En ese momento, entiendo que jugar con Grok es jugar con el tejido mismo de la realidad.
Un buen relato. Me encantó. Un abrazo
ResponderEliminarGracias. Aunque ahora con DeepSeek, las IAs andan un poco revueltas.
EliminarBesitos 😘