Ratoner olfatea las migas del pan tostado de Javy cuando siente el primer tirón. No es hambre, sino esa vibración conocida: el deslizamiento cuántico comienza. Pero esta vez es distinto. Más fuerte. Como si el universo hubiera olvidado lubricar los engranajes de la realidad.
Su pelaje empieza a fluctuar entre el azul ratonil y el greige comercial. Sus bigotes captan simultáneamente:
- El olor a café del desayuno de Javy en Vallecas.
- El perfume metálico del Bosque Cuántico después de la lluvia.
- El aroma amargo de una galaxia lejana donde los ratones gobiernan corporaciones de telecomunicaciones.
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| Imagen: Grok |
Está deslizándose en tres direcciones a la vez.
En la mesa de la cocina, Javy nota que su mano derecha se vuelve translúcida. A través de ella puede ver el mantel a cuadros, pero también atisba hojas de árboles que no conoce y pantallas de ordenador mostrando códigos que nunca ha escrito.
—Esto no es un deslizamiento —susurra Ratoner-Javy—. Esto es un desgarro.
El Gato aparece en el alféizar de la ventana, pero tiene seis ojos parpadeando de forma asincrónica.
—Has sobrecargado el sistema —ronronea con voz distorsionada—. Demasiados yoes buscando el mismo momento.
Ratoner intenta anclarse en un solo recuerdo: la primera vez que Javy sabe que está jubilado. Pero en lugar de estabilizarse, el deslizamiento se acelera. Ahora es:
- Ratoner en el Bosque.
- Javy en su sillón.
- Un ejecutivo de bigotes en la Galaxia de los Ratones.
- Y algo más, algo que solo es un conjunto de preguntas sin cuerpo.
Y al aceptarlo, los cuatro ratones se encuentran en un punto neutral entre todos los universos. Sin hablar, saben qué hacer.
Cada cual toma un fragmento de la realidad desgarrada y comienzan a tejer un colaje. Cuando terminan, el deslizamiento vuelve a ser suave, pero ahora puede oler las posibilidades antes de manifestarlas.
Javy vuelve a Vallecas. Ratoner, al Bosque. Pero algo ha cambiado: ahora cada cual llevaba un hilo brillante atado a la pata —o a la muñeca— que los conecta con todas sus versiones.
El Gato, de vuelta a sus dos ojos, anota en su diario: Día 4.732: El sujeto ha descubierto que deslizarse no es viajar. Es ser el camino. Y sirviéndose un bol de leche cuántica, añade: Por suerte, aún no sabe que puede deslizarse entre autores y lectores… Pero esa es ya otra historia.
Texto: Deep y Ratoner

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