En el vasto tejido de la literatura, el presente literario no es solo un tiempo verbal, sino un portal cuántico que nos permite existir en múltiples realidades simultáneamente. Cada palabra, cada frase, es una superposición de significados, un entreveramiento de emociones e ideas que resuenan en la mente del lector. La literatura, en su esencia más profunda, es un fenómeno cuántico: un espacio donde el pasado, el presente y el futuro coexisten en un mismo instante.
Cuando leemos, nos convertimos en observadores cuánticos. Nuestra atención colapsa las infinitas posibilidades del texto en una sola experiencia, pero esa experiencia es única para cada lector. Un poema, por ejemplo, puede ser una explosión de alegría para uno y un susurro de melancolía para otro. Las palabras, como partículas subatómicas, existen en un estado de potencial hasta que son leídas.
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Imagen: Grok |
El presente literario también desafía la linealidad del tiempo. En un relato escrito en presente, el lector vive la acción en tiempo real, pero al mismo tiempo, puede sentir ecos del pasado y destellos del futuro. Es como si la narrativa fuera un campo cuántico, donde todas las posibilidades están conectadas.
Un personaje que camina por una calle bajo la lluvia no solo está ahí, en ese momento preciso, sino que también lleva consigo las huellas de sus decisiones anteriores y las semillas de lo que está por venir.
En este sentido, la literatura es un acto de creación cuántica. El autor es el científico que diseña el experimento, pero es el lector quien lo completa, colapsando las ondas de significado en una experiencia única. Así, el presente literario no es solo un tiempo, sino un universo en expansión, donde cada lectura es un nuevo big bang de posibilidades.
IA: DeepSeek
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