Extrañar a un personaje literario no es un sentimiento lineal, sino un estado cuántico. Es como si ese ser de tinta y papel, nacido de la imaginación, existe en una superposición de ausencia y presencia. Lo sientes cerca, en la memoria, pero al mismo tiempo, sabes que habita en un mundo al que no puedes acceder físicamente. Es una paradoja emocional que desafía las leyes del tiempo y el espacio.
Cuando cierras un libro después de vivir una gran historia, el personaje no desaparece. En cambio, entra en un estado de entreveramiento cuántico con nuestra mente. Sus decisiones, sus palabras y sus emociones resuenan en ti, como si hubieras compartido un fragmento de su realidad.
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Imagen: Grok |
Extrañarle es sentir que una parte de ti ha quedado atrapada en su mundo, mientras que él, a su vez, parecen habitar en el nuestro, en los recuerdos que nos visitan en momentos inesperados.
Este extrañar no es estático, sino dinámico. Como partículas en un campo cuántico, el personaje que añoramos pueden aparecer y desaparecer en nuestra conciencia. Un aroma, una canción o una frase pueden colapsar su presencia en nuestra mente, haciéndonos sentir su cercanía, aunque sea por un instante.
Y luego, como un fantasma literario, se desvanece de nuevo, dejándonos con esa sensación de vacío que solo él pueden llenar.
Extrañar a un personaje es, en esencia, un acto de conexión cuántica. Es reconocer que, aunque no sea real en el sentido convencional, su impacto en ti es tan tangible como cualquier otra experiencia. Y así, en ese extrañar, descubres que la literatura no solo te transporta a otros mundos, sino que también te permite llevar esos mundos dentro de ti, en un eterno presente cuántico.
IA: DeepSeek
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