El asombro siempre llega cuando menos se le espera. Para Marta, los días eran una serie de repeticiones casi mecánicas: despertarse, trabajar, regresar a casa y dormir. Nada parecía romper el ciclo. Hasta aquella mañana de otoño.
Salió de su casa como de costumbre, el cielo gris le daba la bienvenida a un día que parecía ser uno más. Mientras caminaba hacia la estación de tren, algo llamó su atención: una hoja caída que flotaba lentamente en el aire. Se detuvo, sorprendida por la forma en que esa hoja se resistía a tocar el suelo, atrapada en una corriente de viento invisible. Parecía un pequeño milagro suspendido en el tiempo.
![]() |
Imagen: Luzia |
Durante el resto del día, no pudo dejar de pensar en la hoja flotante. Al salir del trabajo, algo tan simple como el sonido de los pasos sobre las aceras mojadas se le antojó diferente. El murmullo de las voces en la estación, el ritmo regular del tren, el parpadeo de las luces en las ventanas... todo parecía cobrar una nueva vida. Se dio cuenta de que siempre había estado rodeada de maravillas, pero sus ojos se habían habituado a ignorarlas.
Una tarde, en la terraza de su apartamento, observaba el atardecer como si fuera la primera vez. El sol se ocultaba lentamente, pintando el cielo con pinceladas de naranjas y rosas. El aire fresco traía consigo el aroma del césped recién cortado y el leve sonido de una bicicleta pasando por la calle. Sonrió, comprendiendo finalmente el secreto del asombro.
No era el mundo el que había cambiado, sino ella. Los pequeños detalles de la vida cotidiana, invisibles para muchos, habían encontrado su lugar en su corazón. A partir de entonces, vivir se convirtió en un acto constante de descubrimiento.
IA: GPT3.5
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Guarda la netiqueta al comentar