Vaciedad

Ratoner, el ratón cuántico del Bosque Imaginado, se encontraba en un espacio sin límites ni forma definida. Era un lugar sin tiempo, un vacío infinito donde la nada parecía latir con su propia energía. A cada paso que daba —si es que en ese extraño no-lugar uno podía dar pasos—, sentía una resistencia, una presencia invisible que lo empujaba en todas las direcciones.

La vaciedad le rodeaba, pero él la percibía como un campo vivo, algo que se extendía más allá de lo que sus sentidos podían comprender.

Imagen: GPT3.5

«¿Qué es esto?», se preguntó a sí mismo, escuchando su propio eco desvanecerse en la distancia. No había respuestas. En ese espacio, su existencia parecía tan efímera como las partículas que bailaban en el vacío cósmico. Era una sensación inquietante, pero al mismo tiempo, familiar. Como si, de alguna manera, siempre hubiera formado parte de esa vaciedad cuántica.

Mientras intentaba comprender, una chispa de pensamiento le vino a la mente: quizás la vaciedad no era una ausencia total, sino una presencia potencial. Un espacio lleno de posibilidades, donde cada partícula, cada idea, se encontraba en un estado de latencia pura, esperando un impulso, una energía que la activara.

Se concentró, intentando recordar lo que significaba «crear» en ese vacío. En su mente, imaginó una pequeña esfera de luz. Al principio fue débil, casi imperceptible, pero, poco a poco, la esfera empezó a brillar. Era un destello de existencia en medio de la nada, una chispa en el abismo.

El Bosque Imaginado cobró forma nuevamente a su alrededor. La vaciedad, entonces, no era la ausencia total, sino el origen de todo. Y así comprendió que, en el vacío cuántico, él era tanto creador como creación, navegando entre lo que es y lo que puede ser.

IA: GPT3.5

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