Ratoner absurdo

Ratoner despertó en medio de un paisaje que no comprendía. El suelo era un espejo que reflejaba un cielo lleno de ecuaciones flotantes, y cada paso que daba emitía un sonido diferente: una risa, un susurro, un llanto... Sabía que no estaba en el Bosque Imaginado, pero no tenía idea de cómo había llegado allí. Miró sus patas, que ahora eran pequeñas espirales de luz, y supo que la lógica había abandonado este lugar hacía mucho tiempo.

—Bienvenido a la Dimensión del Absurdo —le dijo una silla que caminaba con sus patas delanteras—. La silla le ofreció un sombrero de copa que, al colocárselo, comenzó a emitir pensamientos en voz alta: ¿Qué sentido tiene buscar sentido?

Imagen: Luzia

Ratoner suspiró. Sabía que enfrentarse a lo absurdo requería dejar atrás cualquier intento de control, así que decidió fluir con lo imposible. Caminó hacia un río hecho de tinta negra, donde las corrientes narraban historias al azar. Una frase le atrapó: El ratón que buscaba respuestas encontró preguntas que le respondieron.

De pronto, una lluvia de relojes descendió sobre él. Cada reloj marcaba un tiempo distinto. —¿Qué hora es? —preguntó al azar—. Un reloj le respondió: La hora en la que nada importa.

En ese instante, lo entendió todo. El Absurdo no era un enemigo, sino una invitación a bailar con lo incierto. Se quitó el sombrero, lo arrojó al río de tinta y dejó que sus pensamientos se disolvieran junto con las historias. Sin lógica ni propósito, sintió una extraña liberación, como si el peso de las respuestas que nunca había encontrado se hubiera desvanecido.

Cuando despertó de nuevo en el Bosque Imaginado, un tenue aroma a tinta y risas seguía flotando en el aire. Y en su interior, algo había cambiado: la absurdidad es, quizás, otra forma de comprender.

IA: GPT3.5

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